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Texto de mi ponencia en el I Congreso Internacional de Arqueología Inka en Cusco
17 Octubre 2017
Estimando mecenas:
Os envío a continuación el texto de la ponencia que presenté en el I CONGRESO DE ARQUEOLOGÍA INKA organizado por UNSAAC en Cusco, el cual está todavía inédito.
FUENTES DOCUMENTALES, EXPLORACIONES Y ARQUEOLOGÍA EN VILCABAMBA-
1) Los incas en Vilcabamba
1.1- Instalación inca en Vilcabamba
1.2- Resistencia inca en Vilcabamba y primeros ataques.
2) Españoles en Vilcabamba
2.1- Negociaciones y acuerdos
2.2- Documentos de la conquista de Hatun Vilcabamba
3) La exploración de un territorio olvidado
3.1- Bingham y la cartografía
3.2- De Eromboni Pampa a Espíritu Pampa
3.3- El enigma de Caxaroma
3.4- Documentación histórica y ubicación de Hatun Vilcabamba
1) Los incas en Vilcabamba
1.1) Instalación inca en Vilcabamba
Las primeras referencias históricas acerca de Vilcabamba que han llegado hasta nosotros proceden de los cronistas que recogieron testimonios de los incas en el siglo XVI, según los cuales, los incas no conocieron el territorio de Vilcabamba hasta el primer tercio del siglo XV.
El cronista Bernabé Cobo escribió que tras la batalla de Yawarpampa hubo un segundo ataque de los chancas. Las tropas de Pachacútec los derrotaron de nuevo y les persiguieron por el valle del río Urubamba hasta que se internaron por una región montañosa con muchos lagos que ellos desconocían. Y observando imágenes de satélite podemos deducir que los chancas huyeron hacia el oeste por la zona de lagos que hay al norte del nevado Sacsarayoc, entre el sur del río Vilcabamba y el norte del río Sacsara, que pertenece actualmente a los distritos de Santa Teresa y Vilcabamba; ya que esta es la única zona de grandes lagos en torno al río Urubamba. Los incas renunciaron a perseguirles porque todavía no conocían aquellas montañas de la sierra de Vilcabamba, en las que un siglo más tarde se haría fuerte Manco Inca.
El Inca Pachacútec quedó fascinado por la belleza mágica de un lugar que encontró en un tramo muy angosto del valle del río Urubamba y allí, en una altura en la margen izquierda del río, a 2.400 m.s.m., ordenó a mediados del siglo XV la construcción de Machu Picchu, donde quiso que reposara su momia. Además de un espacio sagrado y residencia real, era un lugar estratégico; ya que protegía el acceso al valle sagrado y permitía controlar el valle del Urubamba, por donde pasaban la coca y otros productos de la selva amazónica.
Escribió también Bernabé Cobo que Pachacútec conquistó a los chancas el valle de Vilcabamba. Ordenó la construcción de Vitcos, Choqqueqquirao y otros asentamientos para asegurar el control de todos los pasos estratégicos de la sierra de Vilcabamba y la ocupación de aquel territorio limítrofe con la selva amazónica. Y que su hijo Tupac Inca Yupanqui conquistó el valle del río Pampaconas.
1.3- Resistencia inca en Vilcabamba y primeros ataques
Tras haber mantenido cercado Cusco desde mayo de 1536, en junio de 1537 Manco Inca buscó refugio en Vilcabamba. Despidió a muchos de los que se habían movilizado con él para atacar a los españoles y se instaló inicialmente en Vitcos. Allí sufrió el ataque de Orgóñez en el mes de julio y huyó hacia el oeste.
Gonzalo Pizarro apoyado por Paullo Inca atacó de nuevo Vilcabamba en mayo de 1538. Persiguió a Manco Inca y llegó hasta muy cerca de Hatun Vilcabamba pero tuvo que retirarse por falta de suministros y tras haber sufrido grandes pérdidas en una emboscada en el paso de Chuquillusca
Cuando Manco Inca se sintió seguro volvió a instalarse en Vitcos, donde acogió a siete almagristas fugitivos, los cuales traicionaron su confianza y le asesinaron en enero de 1545.
Sayri Tupac heredó la mascaypacha con solo diez años, bajo la regencia de su tío Atoc Supa. En 1548, tras la ejecución de Gonzalo Pizarro, por iniciativa de Pedro de La Gasca, se iniciaron negociaciones para la paz con la colaboración de Martín Pando, quien era mestizo y dominaba el quechua.
2) Españoles en Vilcabamba
2.1- Negociaciones y acuerdos
En 1551 viajaron a Vilcabamba para negociar un acuerdo de paz Juan de Betanzos, el corregidor Bautista Muñoz y el dominico Melchor de los Reyes. Se interrumpieron las negociaciones en 1554 por la rebelión de Hernández Girón y se restablecieron en 1555 con una nueva delegación presidida por Juan Sierra, con Juan de Betanzos, Melchor de los Reyes y Diego Hernández. Entraron en Vilcabamba por el puente de Chuquichaca y salieron por el sur, cruzando el Apurímac hacia Andahuaylas. El virrey Hurtado de Mendoza ratificó el acuerdo de paz y el Inca Sayri Tupac abandonó Vilcabamba en octubre de 1557 para instalarse en el palacio de Yukay, donde murió de repente tres años más tarde.
Tito Cussi asumió el poder en Vilcabamba en 1560 e inició una activa guerra de guerrillas. El corregidor del Cusco Luzgardo Polo de Ondegardo envió una delegación a Vilcabamba presidida por Juan de Betanzos con Martín Pando para convencer al Inca de que Sayri Tupac había fallecido de muerte natural. Betanzos regresó a Cusco sin conseguir un acuerdo y el Inca ordenó a Pando que se quedara con el como secretario.
En 1564 el virrey López García de Castro envió a Vilcabamba a su tesorero García de Melo, para pedirle al Inca que firmara la paz. Y en 1565 viajó a Vilcabamba otra delegación presidida por Diego Rodríguez de Figueroa; el cual pasó por Machu Picchu, se reunió con Tito Cussi en Pampaconas y consiguío concertar una entrevista del Inca en el puente de Chuquichaca con Juan Matienzo como oidor y representante del virrey. Tras este encuentro se cruzaron documentos entre ambas partes y el 24 de agosto de 1566 se suscribió en Acobamba un tratado de “paz perpetua” entre la corona española y el Inca.
Tito Cussi aceptó la entrada de dos sacerdotes y en julio de 1567 se construyó una iglesia en Carco, donde Diego Rodríguez de Figueroa fue reconocido como corregidor y justicia mayor de Vilcabamba. Era la primera presencia permanente de españoles en aquel territorio.
En agosto de 1568 el prior Juan de Vivero enseñó al Inca el catecismo durante dos semanas y le bautizó en Huarancalle, cerca de Vitcos. Los sacerdotes regresaron a Cusco y quedó en Vilcabamba el fraile agustino Marcos García acompañado de Atilano Anaya, a los cuales se unió en 1569 el agustino Diego Ortiz.
Los frailes construyeron iglesias en Huarancalle y Pucyura pero no tenían acceso a todo el territorio del reino inca. Tan sólo en una ocasión, en enero de 1570, el Inca permitió a los frailes que llegaran hasta Marcanay, ya muy cerca de su capital sagrada, pero no les permitió la entrada en Hatun Vilcabamba.
Tras la quema del santuario de Yurac Rumi fray Marcos fue expulsado de Vilcabamba. Poco después, en 1571, el Inca Tito Cussi murió repentinamente, no se sabe si por causas naturales o envenenado por alguno de sus capitanes que se oponían al tratado de paz. Tras lo cual fueron asesinados fray Diego Ortiz y Martín Pando, los únicos españoles que permanecían en Vilcabamba, y se cerraron los accesos a aquel territorio.
Desde el principio de la rebelión Machu Picchu había quedado fuera del territorio controlado por los incas de Vilcabamba. De hecho fue concedido como encomienda, a Hernando Pizarro el ventisiete de abril de 1539, según documentos publicados por el historiador Rafael Varon Gabai. En ellos se acredita que Machu Picchu fue adjudicado a Hernando, con “todas sus heredades y pobladores”, junto con el valle de Amaybamba y otros lugares. También estuvieron fuera del control de los incas de Vilcabamba Choqqueqquirao y otros lugares al sur del territorio en torno al Apurímac, todos los cuales se habían despoblado porque sufrían ataques de vez en cuando.
Según estos documentos la mayor parte del territorio de Vilcabamba era propiedad privada de la dinastía reinante, lo cual reforzaba su carácter sagrado. Con ello la resistencia inca contra la ocupación reafirmaba su legitimidad política y religiosa en aquella fortaleza natural. Un refugio militar y sagrado donde los cuatro últimos incas con recursos muy limitados resistieron durante treinta y seis años frente a la superioridad militar de los españoles.
Se mantuvo siempre impenetrable para los españoles la línea de cumbres de la sierra de Vilcabamba entre el gran macizo del Pumasillo y el nevado Choquezafra, en la cual solo hay tres pasos naturales. El abra de Choquetacarpo, el abra de Chucuito, y el abra de Piscacocha, los cuales superan los 4.300 metros de altitud, están protegidas por barrancos con largos tramos escalonados y eran casi inaccesibles para los caballos.
Los españoles habían acumulado ya un buen conocimiento del sur y del este del territorio de Vilcabamba hasta llegar a Pampaconas. Pero no conocían la zona occidental de aquel territorio.
2.2- Documentos de la conquista de Hatun Vilcabamba
3) La exploración de un territorio olvidado
3.1- Bingham y la cartografía
La expedición de Hiram Bingham en 1911 con sus fotografías y descripciones de Machu Picchu, constituyeron un hito fundamental para el conocimiento de Vilcabamba. Se internó en el distrito de Vilcabamba y escribió la primera crónica moderna de un viaje a través de aquel territorio, la cual tuvo difusión mundial, aunque gran parte del mérito que se le atribuyó correspondía en justicia a otras personas.
Bingham reconoció en sus libros que en su famosa exploración llevaba una copia del gran mapa del Perú elaborado por Antonio Raimondi, publicado en París en 1890. Pero no mencionó que en la hoja nº26 de aquel mapa se señala claramente la ubicación exacta de Machu Picchu junto al río Urubamba; así como la de Pucyura junto al río Vilcabamba. Y el de Raimondi no fue el primero, hay otros mapas anteriores a Bingham que también señalaron la ubicación de Machu Picchu: el mapa elaborado en 1874 por el ingeniero alemán Hermann Göring por encargo del gobierno del Perú, el publicado en 1890 por Charles Wiener, y otros firmados por Singer y Markham en el mismo año.
Bingham identificó los restos de Vitcos y Yurac Rumi, remontó el valle del río Vilcabamba y visitó la aldea de Pampaconas. Se preguntó si aquel podría haber sido el emplazamiento de la ciudadela del mismo nombre que tuvo importancia singular en la historia del reino inca independiente, pero lo descartó porque no vio ningún resto prehispánico en aquel lugar. El explorador norteamericano comprobó que aquel territorio era mucho más extenso de lo que reflejaba el mapa de Raimondi, según el cual el río Apurímac discurría hacia el norte por el meridiano 73 W, pero no llegó a percibir su dimensión real, tal como se refleja en sus mapas.
En Pampaconas le hablaron de antiguas construcciones que estaban ocultas en la selva y con su comitiva siguió hacia el noroeste el curso del río Concedidaioc. Llegó hasta un lugar conocido por la población machiguenga como Eromboni Pampa, cuyo nombre había castellanizado un recién llegado, el cauchero Juan Cancio Saavedra, que llamó al lugar Espíritu Pampa, que fue el nombre que hasta este momento se ha impuesto.
A lo largo del siglo XX varias expediciones recorrieron el territorio de Vilcabamba en busca de restos arqueológicos. En 1953 el norteamericano Victor von Hagen argumentó en su libro “Highway of the Sun” que Machu Picchu no era Hatun Vilcabamba. Y en 1968 el arqueólogo Fidel Ramos Condori y el topógrafo Teodoro Portugal Carbajal dibujaron los primeros planos detallados de Vitcos, Yurac Rumi y Choqqueqquirao.
A principios del siglo XX el Instituto Geográfico del Perú comenzó a revisar el trazado de Raimondi en las áreas próximas a los ríos Vilcanota y Apurímac. Un trabajo difícil y arriesgado en el que un equipo sufrió un trágico naufragio y varios topógrafos murieron ahogados en el Apurímac. En 1906 se publicó un mapa que no aportó información sobre el interior del territorio pero reflejó con cierta precisión el curso de los principales ríos, con el Vilcabamba como afluente del Urubamba-Vilcanota y el río Pampaconas como afluente del Apurímac.
Hasta el año 2000 en todos los mapas y croquis de la zona incluidos los que manejaban el ejército, la policía y el ministerio de salud se siguió reproduciendo el viejo error en el que la zona oeste del distrito aparecía mucho más reducida de lo que era en realidad.
La carta geográfica publicada en 2001 por el Instituto Geográfico del Perú, a escala 1:100.000, fue la primera representación precisa de la verdadera dimensión del territorio. Elaborado con datos obtenidos desde satélite, la orografía estaba reflejada con exactitud, aunque había algunas zonas en blanco porque la nubosidad había impedido recoger información precisa.
3.2- De Eromboni Pampa a Espíritu Pampa
El norteamericano Douglas Eugene Savoy, tras leer las narraciones de Bingham, intuyó que éste se había equivocado y que Espíritu Pampa, o Eromboni Pampa, podía ser la capital del último Inca. Viajó allá en 1964 y en 1965 y proclamó en un libro que había identificado el emplazamiento de la capital del último reino Inca en aquel lugar selvático al cual Bingham no había dado importancia.
Savoy escribió que había llegado a aquel lugar en su cabalgadura, sin advertir que esto hubiera sido imposible en Hatun Vilcabamba. Ni que la ubicación y estructura de Espíritu Pampa, tal como había observado acertadamente Bingham, no se correspondían en absoluto con las descripciones históricas de la capital del último reino inca, en la cual los españoles tuvieron que entrar caminando, tal como detallan todos los documentos históricos.
De acuerdo con los usos de la época, lo normal hubiera sido que el general Hurtado de Arbieto y todos los jinetes hubieran entrado montados en sus valiosas cabalgaduras, lo cual les daría derecho a doble parte en el botín. Dejar los caballos en Marcanay entrañaba muchos riesgos y les obligó a dedicar un grupo de soldados bien armados para su custodia. Solo se puede explicar este comportamiento porque las características del terreno les obligaron a dejar atrás sus caballos.
Pese a lo cual, en las década siguientes varios autores dieron por buena la tesis de Savoy y publicaron diversos mapas de la zona en los cuales la zona occidental aparecía siempre más reducida de lo que es en realidad.
Algunos investigadores, como el historiador cusqueño Víctor Angles, señalaron que Espíritu Pampa no se ajustaba a la descripción histórica de Vilcabamba la Grande. Sin embargo fueron muchos más los que a lo largo de los últimos años dieron por buena la tesis de Savoy; pese a la contradicción evidente que suponía el hecho de que todos estos autores habían llegado cabalgando a aquel lugar. Pero la verdadera ubicación de Hatun Vilcabamba siguió siendo un misterio oculto en la selva.
Las campañas de excavación realizadas en los últimos años y la limpieza de la vegetación selvática en Eromboni Pampa permiten observar ahora muy bien el conjunto de recintos que se extiende sobre una gran plataforma, prácticamente indefensa, reforzada solo por algunos muros y taludes en la zona norte sobre el río Chaupi cerca de su confluencia con el río Concebidaioc. Es fácilmente accesible y no coincide en nada con las descripciones históricas de la capital inca perdida.
Los pobladores machiguengas, también conocidos como campas, llamaban Eromboni a aquel lugar cuando lo visitó Hiram Bingham en 1911. Había allí un grupo de estructuras de factura especialmente cuidada al que llamaban Tendi Pampa, donde había un edificio con catorce ventanas con hornacinas y nichos de doble jamba. Entre todos aquellos recintos es notable la gran kallanka de casi ochenta metros de largo y siete y medio de ancho, con doce vanos a cada lado, la cual es una de las más grandes del imperio inca. También encontró algunas piezas de barro cocido que le parecieron tejas. Estos objetos fueron considerados por algunos como indicio de que allí pudo estar Vilcabamba la Grande, pero las últimas investigaciones han concluido que, por su tamaño y peso excesivo, las piezas curvadas de barro cocido encontradas en Eromboni no fueron utilizadas como techumbre de edificios.
La denominación del lugar como Espíritu Pampa fue una ocurrencia de Juan Cancio Saavedra, el cual llevaba solo unos años en la zona dedicado a la recolección de caucho. Y paradójicamente el nombre inventado por el cauchero se impuso hasta ahora frente a denominación anterior utilizada por los machiguengas, los cuales llevaban algún tiempo viviendo allí y llamaban Eromboni al conjunto de antiguos muros de piedra en la planicie selvática.
3.3- El enigma de Caxaroma
Entre los enclaves incas en la selva tuvo una especial importancia un lugar llamado Caxaroma, según el cronista Betanzos, quien lo cita varias veces en su “Suma y Narración de los Incas”.
En el capítulo XXVII de la primera parte Betanzos narra que el Inca Pachacútec tuvo noticias de que “a cuarenta leguas de la ciudad del Cuzco” estaba “el pueblo de Caxaroma” en “una tierra que siempre llovía.. y que los pueblos de la gente que por aquella tierra habían tenían casas largas donde cabían mil o dos mil hombres y que vivían todos allí dentro, y que era gente que andaba desnuda por ser tierra tan caliente”.
En el capítulo XXVIII de su crónica Betanzos precisa la distancia de Caxaroma al Cusco. Dice que cuando Topa Inga Yupanque salió a conquistar el Andesuyo llegó a Caxaroma. “A cuarenta leguas de la ciudad del Cusco, un lugar que había sido conquistado por su padre, en una tierra donde siempre llovía….casa larga do vivían mil a dos mil ….gente que andaba desnuda a causa de ser tierra muy caliente…con arcos y flechas y comían gente”. Era un lugar donde había “polvo de oro…tierra montuosa y espesa de grandes quebradas”. Desde allí siguió adelante, anduvo dos años conquistando lugares en la selva donde recogió animales, oro y prisioneros, con los que regresó al Cusco.
Pero el dominio de los incas en aquel territorio era inestable. Según la crónica de Betanzos, Tupac Yupanqui tuvo que enfrentarse a una rebelión de pueblos selváticos en la que muchos miembros de la administración y de las guarniciones incas fueron asesinados y sus cuerpos sirvieron como alimento a los rebeldes; ante lo cual el Inca impuso sangrientas represalias. Conquistó el valle de Amaibamba y desalojó a sus habitantes que eran indígenas machiguengas. Instaló guarniciones en torno a la confluencia de los ríos Vilcanota y Yanatile y repobló el territorio con mitimaes, mediante trasladados forzosos de campesinos chachapoyas desde el norte.
En el capítulo XXXIII de su crónica, Betanzos dice que tras la muerte de Ynga Yupanque varios pueblos sometidos por el Inca intentaron liberarse. Hubo otra sangrienta rebelión en la selva, de la cual llevó la noticia al Cusco el único inca que consiguió escapar, quien “vio como se comían los cuerpos de los demás”.
Para evitar nuevas incursiones o ataques de tribus selváticas Túpac Yupanqui reforzó sus posiciones en torno a la sierra de Vilcabamba. Choqquequirao junto al río Apurímac, Vitcos junto al río Vilcabamba, y otras fortalezas y pequeñas poblaciones en lugares estratégicos de la región inca del Antisuyo.
Los machiguengas, o manaríes, ocupaban los valles subtropicales y buena parte del valle del Vilcanota y mantenían relaciones de intercambio y alianzas con los incas, pero la visión del mundo y la organización social de las tribus selváticas eran tan distinta que su integración en el imperio nunca fue completa.
Más al norte en las llanuras amazónicas estaba asentada la aguerrida tribu de los pilcozones, también conocidos como chontaquiros o piros, que no fueron nunca sometidos por el imperio Inca. Había otras tribus menos conocidas, como iscazingas y cimapontos o guanamarcas, de las que solo han quedado algunos testimonios en crónicas de los siglos XVI y XVII.
Las excavaciones realizadas en Espíritu Pampa por el Ministerio de Cultura del Perú desde 2008 a 2016 han identificado estructuras wari y construcciones incas correspondientes a dos periodos de ocupación muy diferenciados en el tiempo.
El más importante hallazgo wari son doce enterramientos correspondientes a personajes destacados encontrado por el arqueólogo Javier Fonseca Santa Cruz, bajo estructuras construidas posteriormente por los incas. Aunque varias tumbas habían sido saqueadas, se recuperaron ajuares funerarios con piezas de oro y plata.
Arqueólogos que han investigado aquel lugar concluyeron que fue abandonado por sus ocupantes wari de modo repentino. No se encontraron evidencias de combates por lo que se ha señalado como probable que se hubieran producido una gran mortandad por una terrible epidemia de fiebre amarilla, frente a las cuales el pueblo wari, originario de zonas altas de Ayacucho, tenía pocas defensas. Este rápido abandono explicaría por qué allí quedaron valiosos enterramientos, junto con los muros de grandes edificios de piedra, los cuales fueron ocupados por pueblos selváticos.
Los wari nunca regresaron porque que entre los siglos XI y XII desapareció su imperio. De modo que cuando los incas se internaron en la selva tres siglos después encontraron un gran complejo de edificios de piedra habitado por una población selvática, que no podía haberlos construido, ya que sus viviendas habituales eran chozas precarias construidas con ramas y hojarasca.
Por la importancia que le dio Betanzos en su crónica, Caxaroma tuvo que ser un lugar de gran importancia en la memoria histórica de los incas. En Caxaroma, como en Eromboni Pampa, había un gran conjunto de edificios de una cultura anterior cuando los incas llegaron a llegaron al lugar. Eromboni Pampa está a cuarenta leguas de Cusco, como Caxaroma, y no se conoce ningún otro conjunto de edificaciones incas en territorio selvático de importancia comparable a esta distancia de Cusco.
¿Cuál pudo ser el nombre inca de aquel sitio? Observando sus dimensiones hay que suponer que fue un enclave de importancia para los incas. Y observándolo recordé las referencias repetidas en varios capítulos de la crónica de Juan de Betanzos a un lugar selvático, hasta ahora desconocido, llamada Caxaroma.
De acuerdo con las descripciones de Betanzos, los incas encontraron en Caxaroma un pueblo selvático, que ellos consideraron muy primitivo, el cual ocupaba un conjunto de edificios que por sus dimensiones tenían que haber sido construidos y abandonados por otro pueblo con una cultura más avanzada.
La gran kallanka de Eromboni con ochenta metros de largo por siete y medio de ancho, tiene seiscientos metros cuadrados de superficie, lo que permitiría alojar a más de un millar de personas.
Las descripciones físicas del entorno de Caxaroma y su clima, se corresponden perfectamente con Eromboni, o Espíritu Pampa, así como la distancia al Cusco. Ya que cuarenta leguas equivalían en la época a doscientos veinte kilómetros aproximadamente.
Pienso que nuevas investigaciones podrán determinar si Eromboni Pampa fue el importante enclave avanzado en la selva conocido por los incas como Caxaroma, de acuerdo con el cronista Betanzos. Mientras tanto parece razonable recuperar como nombre para aquel sitio arqueológico la denominación más antigua conocida, Eromboni, la utilizada en el siglo XIX por los pobladores machiguengas que es la que tiene mayor tradición como topónimo. Abandonando para aquel importante sitio arqueológico wari e inca el nombre inventado por un cauchero a comienzos del siglo XX.
3.4- Documentación histórica y ubicación de Hatun Vilcabamba
Desde el siglo XIX han buscado infructuosamente la ubicación de Vilcabamba la Grande, o Hatun Vilcabamba, investigadores y exploradores de diversos países. Considero que nosotros sí que hemos encontrado su emplazamiento porque hemos reconstruido paso a paso la ruta seguida por el ejército que en 1572 ocupó la capital del último reino inca independiente. Y además comprobamos que la estructura del lugar y los restos encontrados allí, coincidían con las descripciones históricas de Vilcabamba la Grande, de acuerdo con las crónicas de los siglos XVI y XVII.
Siguiendo estos datos históricos sobre el terreno, llegamos a una zona despoblada en la parte occidental de aquel territorio, que no había sido visitada ni explorada por otros investigadores; al noroeste del nevado Choquezafra, en torno a los valles de Rangahuayco, Choquezafra y Lugargrande, donde hemos encontrado un conjunto de restos arqueológicos cuyas características y dimensiones coinciden con las descripciones históricas de la capital perdida del último reino inca.
La identificación del poblado inca de Pampaconas, que conseguimos en 1997 en la expedición “Juan de Betanzos”, fue fundamental para esta investigación; ya que fue el lugar donde se preparó el ataque final para la conquista de la última su capital sagrada de los incas. A partir de allí hemos identificado la toponimia citada en las crónicas históricas que describen con detalle el recorrido de las tropas que avanzaron en cuatro jornadas desde Pampacona hasta Hatun Vilcabamba.
El ejército que atacó Vilcabamba en 1572, bajo el mando de Martín Hurtado de Arbieto, estuvo formado por doscientos cincuenta españoles, con el apoyo de mil quinientos indios de la región de Cusco, bajo el mando del curaca Cayo Topa, y de quinientos cañaris bajo el mando de Francisco Chilche. El grupo principal remontó el valle del río Vilcabamba hasta llegar a Pampaconas, donde descansó preparando el ataque final contra Hatun Vilcabamba,
Mientras que dos columnas entraron por el sur cruzando el río Apurímac. Setenta hombres, bajo el mando de Gaspar Arias Sotelo entraron desde Abancay por el puente de Curamba hacia Carco; y cincuenta hombres, bajo el mando de Luis de Toledo Pimentel, cruzaron el puente de Usampi hacia Osambre.
Los incas presentaron batalla en el valle de Vitcos, pero tuvieron que replegarse; y los españoles agruparon sus fuerzas en Pampaconas para preparar el ataque final.
En 1997, la descubridora de la primera versión íntegra de la crónica de Juan de Betanzos, la doctora María del Carmen Martín Rubio, encontró un fragmento de un documento titulado “Memorial de Apuntamiento”, aparentemente dirigido al virrey, en el cual se indicaba de forma muy breve como llegar a Pampaconas. Se decía en el documento que tras cruzar el río Chalcha había que seguir un camino ascendente.
Yo le animé a comprobar esta indicación sobre el terreno y organizamos conjuntamente la Expedición Juan de Betanzos. Para ello solicitamos y obtuvimos el auspicio del INC que nombró al arqueológo Octavio Fernández para que nos acompañara en la expedición.
Cerca del actual poblado de Pampaconas, a 3400 metros de altitud, identificamos una estructura rectangular sobre muros, en un lugar conocido por los campesinos como Haukaypata, o Aukaypata, que significa “plaza de la alegría” en quechua. La técnica de construcción de los muros era inca y se trataba de una gran plataforma ceremonial, un ushno que tenía cincuenta y cuatro metros de largo por cincuenta de ancho.
No se apreciaban restos del “intihuatana” que hubo en Pampaconas, el cual según las crónicas era de barro rojo lo que habría facilitado su destrucción.
A continuación siguiendo el río Concebidaioc viajamos hasta Espíritu Pampa y observando el lugar nos convencimos de que tenían razón quienes decían que aquel lugar, llano e indefenso, al cual habíamos llegado con caballos y mulas, no pudo ser el emplazamiento de Vilcabamba la Grande, adonde los españoles no pudieron llegar a caballo.
En años sucesivos a partir de Pampaconas iniciamos una exploración siguiendo un camino prehispánico que partía hacia el oeste en el cual encontramos diversas evidencias prehispánicas. Primero un trecho escalonado que salvaba cien metros de desnivel en el curso alto del río Sapateroioc, o Zapatero. Después una gran roca vertical, el apu Chacanticra, referente sagrado en aquellos valles. Antiguas estructuras en una montaña de forma singular llamada Intiwatana; y otros restos arqueológicos prehispánicos en un paso montañoso, a 3282 metros de altitud, conocido como abra de Ushnuyoc.
Estos hallazgos no aportaban una orientación concreta en relación con Hatun Vilcabamba. Pero obtuvimos una información que nos indicó la ubicación de un lugar llamado Patibamba, cuyo nombre coincidía con el sitio donde tuvo lugar el último combate de los españoles contra los incas, en la jornada anterior a su entrada en Vilcabamba la Grande.
Por documentos históricos sabemos que desde Pampaconas el ejército avanzó en cuatro jornadas hasta Hatun Vilcabamba. Que en la primera jornada no encontraron resistencia militar, solo rituales mágicos con numerosas ofrendas y sacrificios de animales que imploraban el apoyo de los apus contra los invasores. Después las tropas siguieron el curso del río Pampaconas hasta Patibamba, donde combatieron para conquistar las últimas fortalezas. Tras lo cual descansaron una noche en un poblado inca llamado Marcanay, para entrar desde allí en la capital inca al día siguiente todos a pie, porque el terreno no permitía el avance de los caballos.
En 1999 seguimos el curso del río Pampaconas por un camino a la derecha del estrecho cauce hasta llegar a un paso especialmente difícil y peligroso conocido como Roca donde hay un gran peñasco junto al río. Un raro topónimo español en una zona donde las denominaciones de los lugares casi siempre proceden del quechua.
El lugar coincidía con la descripción del difícil paso de Chuquillusca, donde fue derrotado Gonzalo Pizarro; y que también encontró el ejército de Martín Hurtado de Arbieto cuando avanzaba hacia Vilcabamba en 1572.
Las tropas se metieron en el río Pampaconas para superar un paso difícil con una gran roca, donde había sido desbaratado Gonzalo Pizarro y llegaron hasta Patibamba, donde fueron advertidos de que los incas les habían preparado una gran emboscada.
En el lugar de Patibamba hay una cresta rocosa como la descrita en las crónicas: cuatro grandes peñascos unidos por una estrecha cuchilla con barrancos a ambos lados, con un gran muro de piedra con una grieta “por la que solo cabía un hombre. El lugar respondía perfectamente a la descripción histórica de Wayna Pucara, la joven fortaleza que protegía Vilcabamba la Grande.
El arqueólogo peruano Edmundo Guillén recopiló las probanzas y declaraciones de méritos de los soldados que intervinieron en aquel combate, en las cuales se describe el lugar con mucha precisión.
Tras conquistar las últimas fortalezas de los incas de Vilcabamba, el ejército avanzó y descansó una noche en un poblado inca llamado Marcanay. Desde allí contemplaron el resplandor del incendio de la capital sagrada inca; en la cual entraron al día siguiente a las diez de la mañana, todos a pie, porque el terreno no permitía el avance de los caballos. Y nosotros encontramos en Patibamba los restos de un asentamiento inca conocido como Lauramarca y también como Marcana.
En sucesivas exploraciones en la zona, junto con los arqueólogos Luis Guevara, Julinho Zapata, Wilbert Bolívar, Alfredo Candia, Gilberto Tarco, Lidia Ramírez, Hugo Hancco y Fredy Cobos, encontramos una gran extensión de andenes, viviendas asociadas a estructuras agrarias, baños, canteras, tramos de camino y escaleras incas. Una extensa área despoblada, plagada de restos arqueológicos que revelan la existencia de un importante enclave inca.
Tras la conquista de Vilcabamba, Marcanay fue destruido por los españoles como venganza, porque allí fue atormentado hasta la muerte fray Ortiz. Como lo consideraban santo y mártir de la fe, trasladaron sus restos solemnemente hasta la iglesia construida en San Francisco de la Victoria de Vilcabamba. Pensé que el nuevo nombre del lugar podía ser el resultado de la cristianización del nombre original inca, porque “Laura” es una palabra doblemente asociada a la idea cristiana del martirio. En latín “Laura” es el plural de laurum que significa laurel y la corona de laurel fue uno de los primeros reconocimientos a los mártires por la fe cristiana. También podría estar asociado a la palabra “aura”, que en griego clásico significa “resplandor de la mañana”, y en la tradición cristiana se convirtió en símbolo de santidad, representado como un disco en torno a la cabeza.
En la “razón” enviada al virrey Toledo, se precisa que el ventidós de junio de 1572 un grupo de españoles encabezado por Martín de Loyola tomó la última fortaleza inca, Wayna Pucara; el ventitrés descansaron en Marcanay y al día siguiente entraron en Vilcabamba la Grande, todos a pie porque el terreno no permitía el uso de caballos.
Según el cronista Calancha Marcanay estaba de doce a quince “leguas castellanas” del pueblo de Pucyura. La legua castellana equivalía a 5572 metros, por lo que aquel dato coincidía con la distancia desde allí hasta Pucyura.
En 2001 los arqueólogos Wilbert Bolívar y Julinho Zapata dirigieron los trabajos de limpieza en torno a la cima de Yanaorqo, la misteriosa montaña donde habíamos encontrado dos años antes algunos muros de piedra. El manto vegetal era tan grueso que caminábamos sobre él sin ver el suelo; hasta que después de varias jornadas de exploración y prospecciones descubrimos los muros de un edificio inca rectangular en muy buen estado de conservación. Tenían tres metros de altura y conservaban todavía restos del adobe que los había cubierto.
Tras su limpieza y excavación los arqueólogos confirmaron que era un edificio inca, la residencia de un sacerdote. El tamaño de la estructura que nos estaba ocultando la vegetación, acumulada en más de cuatro siglos, nos dio idea de la magnitud de la tarea que teníamos por delante para estudiar aquel cerro.
En años sucesivos centramos nuestras exploraciones en el angosto desfiladero de Pintobamba por el que fluyen hacía el río Pampaconas todas las aguas de la ladera norte del nevado Choquezafra y de las montañas que lo circundan. Poco a poco fuimos desentrañando los misterios que ocultaban la gruesa capa de vegetación acumulada en más de cuatro siglos de abandono.
Después de que los españoles consiguieron desactivar la emboscada organizada por los incas en Patibamba, pasaron la noche en Marcanay y entraron en Vilcabamba la Grande, caminando. El alférez real, Pedro Sarmiento de Gamboa, hincó el pendón en la plaza a las diez de la mañana del martes día 24 de junio, día de San Juan.
Era el solsticio de invierno y en esa fecha amanece a las cinco de la madrugada en Vilcabamba. Si el ejército se puso en marcha a la amanecida, como era habitual, tuvieron cinco horas de caminata para entrar en la capital inca perdida a las diez de la mañana, todos a pie, “porque el terreno no permitía el uso de caballos”. Este un dato confirmado sin ninguna excepción en todos los documentos históricos relacionados con aquella jornada.
En la Historia General del Perú, escrita por Fray Martín de Murúa a comienzos del siglo XVII, se detalla que:
”El 24 de junio de 1572 el general Martín Hurtado de Arbieto mandó poner en ordenanza toda la gente del campo, por sus compañías con sus capitanes y los indios amigos (...) con sus banderas y en ordenanza se marchó llevando el artillería y caminando entraron a las diez del día en el pueblo de Vilca Bamba, todos a pie, que es tierra asperísima y fragosa y no para caballos de ninguna manera”.
En nuestras exploraciones en Hatun Vilcabamba hemos comprobado que el camino inca que conduce desde Marcanay hasta el corazón de Vilcabamba la Grande supera un profundo barranco con casi mil metros de desnivel y pendientes tan fuertes que son una barrera infranqueable para los equinos.
En 2008 identificamos un conjunto de viviendas agrupadas en una plataforma inclinada entre 2400 y 2800 metros de altitud llamada Maranchaioc, donde hemos comenzado a poner a la luz las primeras viviendas agrupadas y todavía se ocultan muchas más. Por las prospecciones realizadas pensamos que hay varios centenares de viviendas, tal como describió Sarmiento de Gamboa. La mayoría de las cuales permanecen ocultas bajo gruesas capas de vegetación acumulada a lo largo de siglos.
Los españoles encontraron Vilcabamba la Grande limpia de vegetación selvática rodeada por un gran conjunto de andenes de piedra con cultivos que cubrían ordenadamente las laderas, con viviendas agrupadas en varios sectores diferenciados en torno al núcleo de la capital sagrada que había sido incendiado por sus ocupantes antes de abandonarla. Aunque la mayor parte del conjunto de estructuras ceremoniales y andenes agrícolas de Hatun Vilcabamba están todavía bajo la vegetación, todas las prospecciones realizadas indican que tiene una extensión similar a la indicada en las crónicas del siglo XVI.
Escribió Murúa que Vilcabamba la Grande “…tenía, de sitio media legua de ancha a la traza del Cusco y grandísimo trecho de largo y en él se crían papagayos, gallinas, patos, conejos de la tierra, pavos, grasnaderas y otros mil géneros de pájaros de diversos colores pintados, y muy hermosos a la vista, las casas y buhios cubiertos de buena paja”.
En el primer documento enviado al virrey Toledo para informarle de la conquista de Vilcabamba la Grande, el alférez real Pedro Sarmiento de Gamboa le informó de que el último refugio sagrado de los incas tenía unas "cuatrocientas casas" con sus "guacas e idolatrías" y estaba en un "valle apacible" en una extensión de "una legua de largo por media de ancho". Un núcleo urbano rodeado por una amplia extensión de territorio ocupado por los andenes que cubrían las laderas del valle y las viviendas de los campesinos que las cultivaban.
En aquel lugar hay un clima húmedo y templado, donde florece vegetación similar a la descrita por Martín de Murúa, el cual destaca en su crónica que en Hatun Vilcabamba había “gran número de guayabas, pacaes, maní, lucmas, papayas, piñas, paitas y otros diversos árboles frutales y silvestres”.
Las excavaciones confirmaron que las viviendas incas en su nivel de ocupación conservaban restos de un gran incendio, que pensamos fue el ordenado por Tupac Amaru, el último Inca, cuando abandonó la ciudad. En las viviendas excavadas encontramos pequeños fragmentos de cerámica y evidencias de haber sido dañadas intencionadamente, sobre todo en la zona correspondiente a las puertas de acceso. Estas evidencias son coherentes con los datos históricos, ya que el destacamento español que tras la conquista permaneció varios años en Vilcabamba, cuando abandonó el lugar, tuvo que procurar que no sirviera como refugio para una nueva rebelión.
El capitán Camargo y Aguilar, nombrado alcalde de Vilcabamba, permaneció en aquel lugar con un destacamento, ocupando la "casa o templo del sol". La cual, por ser “grande y fuerte”, fue utilizada tras la conquista como "fortaleza" para la guarda y seguridad de esta urbe, hasta que años después los españoles abandonaron la ciudad y dejaron que la vegetación tropical cubriera los muros. Nosotros identificamos allí los restos de un edifico singular de mayores dimensiones oculto todavía por la vegetación, con varias plataformas, cuya estructura es semejante a la descripción de la casa del Inca en Vilcabamba la Grande que hicieron los cronistas; con dos niveles diferenciados, protegida por un doble foso seco.
Según Murúa, “Tenía la casa el Ynga con altos y bajos cubierta de tejas y todo el palacio pintado con grande diferencia de pinturas a su usanza que era cosa muy de ver”.Detalla que “las puertas de la casa eran de muy oloroso cedro, que lo hay en aquella tierra en suma, y los zaquizamíes de lo mismo, de suerte que casi no echaban menos los Yngas en aquella tierra apartada, o por mejor decir desterradero, los regalos, grandeza y suntuosidad del Cuzco.”
La palabra “zaquizamí”, procedía del árabe, significaba “techo en el cielo” y se aplicaba al espacio cerrado, o desván, creado bajo un techado ligero de madera que cubría la vivienda.
Los españoles encontraron Vilcabamba la Grande limpia de vegetación selvática rodeada por un gran conjunto de andenes de piedra con cultivos que cubrían ordenadamente las laderas, con viviendas agrupadas en varios sectores diferenciados en torno al núcleo de la capital sagrada que había sido incendiado por sus ocupantes antes de abandonarla. Aunque la mayor parte del conjunto de estructuras ceremoniales y andenes agrícolas de Hatun Vilcabamba están todavía bajo la vegetación, todas las prospecciones realizadas indican que tiene una extensión similar a la indicada en las crónicas del siglo XVI: legua y media de largo por media legua de ancho.
En el primer documento enviado al virrey Toledo para informarle de la conquista de Vilcabamba la Grande, el alférez real Pedro Sarmiento de Gamboa escribió que el último refugio sagrado de los incas tenía unas "cuatrocientas casas" con sus "guacas e idolatrías" y estaba en un "valle apacible" en una extensión de "una legua de largo por media de ancho". Imaginamos un núcleo urbano relativamente reducido rodeado por una amplia extensión de territorio ocupado por los andenes que cubrían las laderas del valle y las viviendas de los campesinos que las cultivaban.
En aquel lugar hay un clima húmedo y templado, donde florece vegetación similar a la descrita por Martín de Murúa, el cual destaca en su crónica que en Hatun Vilcabamba había “gran número de guayabas, pacaes, maní, lucmas, papayas, piñas, paitas y otros diversos árboles frutales y silvestres”.
También hemos localizado caminos incas que conducen a esta zona hoy despoblada, con tramos especialmente valiosos como las largas escalinatas incas que superan los quinientos metros de desnivel entre el abra Dolores y el valle de Totora; el cual pudo ser el que siguieron los dos frailes, Marcos García y Diego de Ortiz, en enero de 1570 hasta las proximidades de Vilcabamba la Grande. De acuerdo con las descripciones históricas uno de los caminos principales hacia la capital sagrada inca descendía de la cordillera de Vilcabamba y el otro llegaba por el valle de Pampaconas.
El gran conjunto de estructuras que estamos investigando se prolonga hasta las laderas del nevado Choquezafra, de 5.164 m.s.m, que es reconocido como “apu principal” de una amplia zona salpicada de restos arqueológicos, con grandes valores naturales y ecológicos.
Considero que este conjunto de datos, toponímicos, históricos y arqueológicos, son evidencias suficientes que nos permiten afirmar que hemos identificado la ruta seguida por las tropas españolas en su ataque a la capital del último reino inca independiente; así como el verdadero emplazamiento de Vilcabamba la Grande, o Hatun Vilcabamba, en una zona despoblada, al noroeste del nevado Choquezafra, a ochenta kilómetros al oeste de Machu Picchu. Por lo que es necesario poner en marcha un gran plan de excavaciones para poner en valor este yacimiento arqueológico.
El Instituto Nacional de Cultura del Perú, por trámite de Resolución Suprema, declaró en 2008 “Patrimonio de la Nación” el área de Lugargrande al noroeste del nevado Choquezafra y los sectores arqueológicos que identificamos en nuestros informes arqueológicos.
Cuatro años después, en agosto de 2012, la Dirección de Patrimonio Cultural del Ministerio de Cultura del Perú, tras el preceptivo dictamen técnico, dictó su resolución Nº616 que aprobó el proyecto de investigación y excavación que elaboré yo junto con el arqueólogo Hugo Hancco, declarando que, “de acuerdo con todos los datos disponibles”, habíamos “localizado los restos de Vilcabamba la Vieja, o Vilcabamba la Grande o Hatun Vilcabamba”, al noroeste del nevado Choquezafra y en torno al valle de Lugargrande, considerando necesaria su excavación y puesta en valor. Si bien, la declaración de estado de emergencia en la zona aquel mismo año nos obligó a aplazar las excavaciones previstas en diez sitios arqueológicos en torno a la capital inca.
La resistencia inca contra la ocupación no se basaba sólo en la fuerza militar. Para enfrentarse eficazmente a los invasores españoles Manco Inca necesitaba reafirmar su legitimidad política y religiosa. Y escogió Vilcabamba como refugio porque era un espacio sagrado, además de una fortaleza natural, protegida por altos nevados y profundos barrancos.
Las relaciones entre los apus y sus alineamientos, tenían significado sagrado; y en Hatun Vilcabamba era fundamental la relación con el nevado Choquezafra, el apu principal, cuya cumbre de hielo y roca se puede ver desde Vilcabamba la Vieja o Hatun Vilcabamba.
Hatun Vilcabamba está ubicado a ochenta kilómetros en línea recta al oeste de Machu Picchu; pero ambos espacios sagrados están exactamente a la misma latitud, en torno a los 13º 9´30” Sur. Y ambos están a una altitud similar de poco más de 2.400 metros sobre el nivel del mar.
Al norte de Machu Picchu se alza un espacio religioso en el cerro Huayna Picchu. Y al norte de Hatun Vilcabamba se encuentra un área religiosa que hemos excavado ya en Yanaorqo, o Cerro Negro; donde pensamos que se alojaba la imagen de Punchao, y que era el centro del área religiosa de Hatun Vilcabamba.
Al sur de Machu Picchu está el Nevado Salcantay, como apu principal de la región, con China Salcantay como su apu femenino. Mientras que al sur de Hatun Vilcabamba está el Nevado Choquezafra, el apu principal de la zona, con el Chontawilca, como su apu femenino.
Y entre Machu Picchu y Hatun Vilcabamba hay otros importantes apus, como las dos “garras de Puma” que se alzan al cielo en medio de la sierra de Vilcabamba en torno al abra de Choquetacarpo. La más próxima a Machu Picchu es la garra blanca del nevado Pumasillo, y las más cercanas a Hatun Vilcabamba son las garras rocosas de las agujas del Pumasillo, próximas al abra Chucuito.
A mitad de camino entre Machu Picchu y Hatun Vilcabamba se encuentra la residencia real de Vitcos y el santuario de Yurac Rumi, a 13º 6´Sur. Así como un conjunto de importantes montañas sagradas: el apu Pumasillo, el apu Panta, junto con el Otaña y el Azulcocha. Además de otros apus singulares que jalonaban aquel territorio, como la gran columna de roca del apu Chacanticra.
Y en el extremo oeste de la sierra de Vilcabamba el apu Choquezafra, protector de Hatun Vilcabamba.
Al otro lado del río Apurímac, en el territorio actual de Ayacucho, continúan los alineamientos de montañas sagradas; con el apu Curidanaco, en Chungui; y más al oeste el Razuhuillca, el apu principal de la gran capital Wari.
Son relaciones sagradas cuyos alineamientos tenían significado sagrado para los incas, que irán desvelando poco a poco las investigaciones en marcha. Misterios cuya respuesta nos aguarda bajo gruesas capas de vegetación acumulada en siglos de abandono. Para ello es necesario proseguir las excavaciones, poner a la luz el palacio o casa de los últimos incas de Vilcabamba y en sucesivas campañas poner en valor el conjunto de la capital inca perdida y sus caminos históricos, para recuperar estructuras arqueológicas, enterramientos y otros tesoros culturales ocultos. Los cuales nos permitirán conocer mejor la historia del último gran refugio sagrado de los incas; y abrirán al turismo cultural y ecológico una importante área de interés mundial con una ubicación estratégica entre Machu Picchu y el río Apurímac.
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IMÁGENES
Mapa Yale 1912
Mapa Raimondi/
Mapa rutas de Bingham.
Mapa Peter Frost
Dimensión real de aquel territorio. Carta geográfica IGP 2001
Mapa de sitios arqueológicos de Vilcabamba de Santiago del Valle
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